viernes, 23 de septiembre de 2016

Nunca puedo dormir en los aviones

Jamás pero de los jamases he podido conciliar el sueño en los aviones, dure lo que dure el vuelo. Esta vez dormí una hora de Santiago a Bogotá, de las 6 que duraba, y soñé puras weás del tipo "está temblando porque hay un volcán en erupción y debo salvar a todas mis mascotas y a ese perrito pug que está enfermito en la calle" (?). Supongo que los temblores que soñé fueron turbulencias en la vida real. Quien sabe.

Llegamos a la escala que nos tocaba hacer en Bogotá y me compré una redbull porque eran las 7am y obviamente no iba a poder dormir mucho en cuanto llegaramos porque teníamos que aprovechar el día. Se supone que el vuelo a Pereira salía tipo 7:45 pero se atrasó como 45 minutos por el mal tiempo. Le avisé por wazap al Alvaro del retraso y cuando por fin abordamos y el avión despegó, el vuelo fue más corto que cola de poodle. 25 minutos para ser exactos. Un capitulo de Gravity Falls entero, visto sin audífonos porque no nos dieron (penita). Pero nos dieron un juguito en caja, que ho guardé para momentos de mayor sed y que Miguel rechazó porque tenía un jugo del Dunkin Donuts. Nota mental: enseñarle a ser más estratégico y pedir igual el juguito en caja aunque no se lo tome. Ya saben, pa la posteridad.

 
Caras de tuto en la escala de Bogotá, mi redbull pa despabilar y el desayuno Dunkin Donuts.

El aeropuerto de Pereira es muy chico y estaba lleno de gente. Por recomendación del Alvaro, y porque no cachabamos nah, tomamos un taxi del aeropuerto al terminal de buses donde teníamos que tomar el Expreso Palmira hacia Manizales. 

Acá en Colombia manejan como las pelotas encuentro, no respetan los pasos de cebra (de hecho ni sé pa que los pintan si igual no paran y la gente cruza por donde puede) y pasan haciendo finitos cuando adelatan. Yo venía con ataque en el bus a Manizales, pero como duermo mejor en los buses, me quedé raja a medio camino y desperté cuando veníamos llegando. El bus por cierto era como una de esas van de turistas, no era un bus como los Pullman o los Turbus.

Cuando llegamos a Manizales por fin, apenas estabamos reduciendo la velocidad para estacionar y yo ya había visto la cabellera rulienta de mi mejor amigo y la de la Rocío, su hermana. No pude dejar de pegar un gritito de emoción "¡AY, AHI ESTÁ!" y bajamos de bus y nos abrazamos tan apretao que me dolió el cuerpo.

Manizales una ciudad de cerros, parecida a Valpo, pero limpia y sin mar. Alvaro nos llevó al centro en unos teleféricos que están pegados a un cable, que casi nunca para y que tienen distintas estaciones. 

 
La vista de la ciudad desde los telesféricos.

No le saqué ni una foto al platano con queso que nos comimos camino a la hostal, pero fue muy nuevo, extraño y delicioso. La Rocío compró uno con guayaba, aún más nuevo, extraño y delicioso.

Dejamos los bolsos en la Hostal Kaleidoscopio (muy wena, la recomiendo encarecidamente porque es muy central y la señora que atiende es un amors) y partimos a almorzar. Alvaro había reservado una mesa muy maravillosa en un restaurant del barrio cerca del departamento donde viven con Juan y la comida gue deliciosa y muy vegetariana (jumbitos extra a la sopa que estaba maravillosa).

 
Comida vegetariana muy maravillosa.

Luego nos invitaron a reposar a la casa porque andabamos con care'zombies después de la muy maravillosa comida y dormimos una siestita en la cama más dura del planeta pero no importó porque estabamos muy contentos y pochitos y juntos (ñau). 

Hasta el momento no habíamos visto a Juan, pero cuando ibamos a salir, a eso de las 5pm, nos vimos y es muy simpático y amoroso y muy como tu y yo, y que bueno que se casan con Alvaro porque se ven muy felices y si ellos son felices yo también (momento cursi amorosin).

A eso de las 5pm partimos a la catedral. Hicimos un tour que por $10.000 pesos colombianos te llevaban hasta el mirador en la torre mál alta y te contaban la historia de las múltiples versiones de la catedral (varias se destruyeron en incendios y terremotos). 

Punto aparte: acá estamos muy cerca de un volcán activo, el Nevado de Ruiz, y no es raro que tiemble.

Para llegar al mirador son como 460 y tantos escalones, que están repartidos en varias escaleras infartantes de cuyas barandas me agarraba como si tuviera patitas de geeko (ese animalito que puede caminar por las paredes porque tiene como pelitos diminutos en las palmas de las manos y... ah ya que paja, busquenlo en yutuv). A medida que subiamos, la escalera se iba poniendo más estrecha y cuando llegamos al mirador, que no me acuerdo como se llama pero es algo como Polanco o Polaco, no era más ancha que una escalera de caracol normal.


miércoles, 21 de septiembre de 2016

Hola Colombia

Estoy en este momento sentada al lado de la puerta de embarque 10, esperando a abordar el avión que nos va a llevar a Bogotá. Miguel a mi lado gasta su batería hablando por wazap con no se quién y yo aprovecho de actualizar un poco este blog de mierda tan querío y tan olvidao. 

Estoy segura que no voy a poder escribir todos los días, como cuando fui a EEUU el 2014 ( que por cierto, sorry que no lo actualicé más), pero voy a hacer lo posible por dos motivos: me gusta escribir y la familia, de nuevo, está con ataque porque vamos solos a viajars.

Pero este viaje es especial porque vamos a la boda del Alvaro, mi mejor amigo que se fue a trabajar a Colombia a enseñarle a las telefonistas como hablarles a los chilenos para vender productos de telefonía (de más que a alguno de los que me lee right now lo han llamado), pero lo despidieron y se quedó. Se quedó enamorao hasta las patas del Juan y resulta que se van a casar. Nosotros, ni tontos ni perezosos, compramos los pasajes hace 3 meses, casi sin pensarlo mucho, en 4 cuotas precio contado. Asi que henos aqui, muertos de sueño después de un día laborals, solo con bolsos de mano, a punto de embarcar. 

Como no todo puede ser perfecto, pa variar voy con una condición "medica". El fin de semana que recién pasó fue el 18, lo pasé estupendo, y al parecer también los mosquitos que se dieron un festín conmigo. Créanme cuando les digo que mi pierna parece campo de batalla. Lo mío no son ronchas. Están a un paso de transformarse en los moretones más horrendos que la vida me puede dar (aaaah yiaaa). Lo más fantástico es que no puedo rascarme porque es peor, y una vez que empiezo no puedo parar.

Voy a salir en las fotos del Alvaro con las piernas llenas de puntos rojos del porte de una moneda de 100 pesos. Pero hey. Pasandolo la raja y celebrando el amors. 

Otsea reatsiona.